En mi caso, quiero hacer una reflexión, partiendo de la situación en los patios de los colegios, sobre la aparición de las diferencias de género ya en la infancia.
Por ello, voy a realizar mis comentarios sobre varias noticias relacionadas con lo que una amiga llama la “dictadura” de los patios por el uso casi exclusivo que realizan de ellos los alumnos/alumnas (aunque lo cierto es que la gran mayoría son niños) que juega al fútbol. Esa amiga me comentó que sus hijas de 11 y 9 años se quejaban por considerar esa situación injusta, ya que les impide jugar a otras actividades que requieren de espacio también y relega a muchos de esos alumnos/alumnas (en este caso, la mayoría de las niñas y los que muchos consideran “raros”).
Esta situación tiene que ver con los roles de género y con los procesos de socialización: el fútbol es de chicos, el ballet de chicas; esa chica que juega al fútbol es un “mari macho”; vosotras no podéis jugar porque sois unas nenas y unas flojas; o no entendéis los fundamentos del deporte…
A esta socialización siempre ha ayudado al que los referentes en el ámbito deportivo en general, y, en el fútbol, en particular, hayan sido masculinos hasta hace muy poco tiempo. Aunque aquí si hay que reseñar como un elemento positivo que los éxitos de nuestras deportistas femeninas estén ayudando a qué cada vez haya más chicas que se animen a practicar deportes tradicionalmente masculinos.
Quiero agregar un comentario más relacionado con lo que hemos analizado en este módulo. El uso prioritario de los patios por los “futbolistas” les permite copar un espacio “público” y establecer relaciones de poder, lo que supone otro exponente claro de la desigualdad de género: son ellos quienes empiezan a ostentar el poder, lo que les permite afianzarse en sus roles y perpetuarlos.
¿Cómo mejorar la situación?
La formación en modelos igualitarios que fomenten la desaparición de los estereotipos y la necesidad de compartir los espacios públicos sería una solución ideal. Otra más pragmática, pero no aplicable a todas las instituciones educativas, es que se repartieran equitativamente los espacios y los tiempos de recreo entre los futbolistas y los que no practican este deporte, pero imagino que es muy difícil, porque las instalaciones no lo permitirán en muchos casos.
Por último, quiero terminar con una reflexión personal. El comentario de mi amiga, que casi ha coincidido temporalmente con el comienzo de este curso, me hizo ser consciente de la existencia de esa situación que supone una desigualdad evidente. Sin embargo, a mí, durante mi período en la escuela (hace ya unos cuantos años, bastantes, por cierto) no me parecía ni extraña ni injusta. Por ello, creo que es una avance que las hijas de mi amiga se den cuenta de que esa situación supone una desigualdad y le hayan pedido a su madre que la notifique en el colegio para ver si se puede hacer algo para cambiarla.
En este sentido, me parece fundamental la sugerencia de Priscilla en la charla del miércoles pasado de la necesidad de desaprender para avanzar en igualdad. Va a ser uno de mis objetivos fundamentales durante el resto del curso.
